No soy fanático de las series en Netflix. Salvo excepciones, tipo Black Mirror, me parece que la mayoría tienen guionistas mediocres. Será porque estudié Letras que me pasa que miro algo y ya sé qué viene a continuación. Terribles frustraciones he tenido. Pero bueno, a veces hay producciones que me tocan. Puerta 7, argentina, me llegó. Significó mucho para mí porque anduve bastante por la zona de Parque Patricios y Barracas por trabajo comunitario de la facultad. Los productores de seguro que hablaron con vecinos y otros actores sociales. Apabullante nivel de realismo, flaubertiano se podría decir. Anyway, me sucede que pierdo toda objetividad cuando me toca analizar una obra cuya temática me apasiona: fútbol, mafias, barrio, violencia, amistad, traiciones, corrupción y política. ¡Y toda esa atmósfera de argentinidad, de porteñidad! Quizás dejé pasar un montón de clichés por tanta locura que me despiertan temas caros al inconsciente colectivo nacional. Algo más: acá la rompió Estebán Lamothe. Lo critican banda por su rostro inexpresivo, pero para el papel de barrabrava da perfecto. Lo curioso es que su personaje desarrolla una profundidad intelectual llamativa. No cuento más para no spoilear...