La chica de la camisa a cuadros, la chica que se rapó al costado, esa, la de los ojos brillantes, la de la actitud viril y el no que siempre le dirá a cualquier hombre, sea quien sea: ¡es tan hermosa! Y la otra, la que es católica sin saberlo, la que tiene más conciencia que estómago, la que tiene a Dios en todo aunque no lo sepa. Y bueno, ahí, muy cerca, la mujercita de la tierra, de la vida, de la paz nativa, del consejo calmo, de la sonrisa suave,de la tez india. Más allá, el hombre más lindo de todos, el del abdomen plano y la boquita perfecta, ese dulce que inspira besos eternos. ¿Cómo se hace para no imaginar años de lujuria con ese joven tan atractivo? Gente hermosa, muy hermosa. Todos imposibles de atrapar, pokemones difíciles. En otro lugar, no muy lejos, sumida en sus meditaciones sacadas de un país lejano, una adolescente perpetua fija la claridad de la vista sur en varones sencillos de gestos pero infinitos de sedes y súplicas. Tal vez sueñe con un helicóptero que destrocé la habitación, tan corta de altura ella. O, por qué no, su anhelo sea encontrar a alguien que la amase hasta hacerla crecer un poco más. Todos quieren algo. Hasta el que no quiere nada.
A la izquierda, siempre a la izquierda, en una nube de porro, una morocha de tetas gigantes pierde al mundo en el escote y lo busca en vano. El Señor Progresismo se arrima para hablarle. Otro señor, gran fumador de tabaco, intenta pedirle un cigarro por enésima vez pero la tetona rehúsa ceder parte de su vicio al abusador de toda confianza humeante. Alguien observa. Un jugador de baloncesto los saluda y se va a romper las bolas por ahí, un buen chico.
El hincha de River se aferra a su campera testigo de la obtención de una Copa Libertadores. El país se agita en esa mesa de comida fría, fea, mezquina. El cambio no es un fin en sí mismo, nunca. El fútbol está ahí, en los rulos de ese pibe hincha del equipo de los que comen gatos. La pelota rueda sin cesar. En el puestito amarillo, en las afueras de ese polo de bullicio y descontrol, siguen las mentiras, el ajuste, el menú de hambre y los microondas caprichosos. Pero los jóvenes, a pesar de la falta de carne, de la segregación, de las castas que comen el cuerpo de muchos, ríen. Ven estadios, hinchadas, color, banderas, política, redención, Perón; ese dios hecho hombre, ese Cristo del siglo XX.
Lejos de todo el jolgorio desplegado, una chica judía, una rubia bella y reservada, puro misterio, pura nada, todo silencio y sonrisas fugaces. Es perfecta. Tan perfecta que casi no existe. Es la imagen pura, el deseo de conocer, de saber, de acercarse. En contraposición, un chico de barrio muy delgado, de mirada pícara, alegría instantánea. Parece un árabe pero es se lo ve muy contento como para ser de esos lugares donde se habla tanto de Dios que se olvida el amor de la vida en el mundo.
Hay otro más del rioba, un caminante silencioso, un muchacho discreto de mejillas coloradas y humildad de gestos. Hijo del Conurmalo profundo, el glorioso Conurmalo, donde los hombres se hacen y deshacen en homéricas guerras, donde siempre arde Troya.
Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos...