Muchas veces pienso que las personas tenemos caminos para elegir, sí. Pero caminos ya elegidos por Dios. Una suerte de predestinación mezclada con libre albedrío. Se puede decidir por cualquier menú, siempre y cuando aparezca en la carta. Pasa lo mismo con la democracia: votamos entre candidatos que nos fueron impuestos por poderes muy superiores.
Y digo hoy que cada cual sigue su ruta. Sin embargo, nos cruzamos con gente que va en otras direcciones. Confluencias en tiempo y espacio. Y después sobrevienen las despedidas - o no - y los destinos personales. También hay choques, pero ello se da por la impericia de los conductores, no por error del Señor, que jamás se equivoca.