Para el César, un respeto casi indiferente, con un dejo de desprecio. Para Dios, todo. No le hago el mal a nadie con esta libre expresión. ¿O alguien se ofenderá?
Huyo de la mirada ajena. Pero no puedo con mi genio y me sumo a las polémicas del conventillo virtual. Argentina, esa desgracia de italianos, españoles, indios, judíos y árabes. La patria del lamento boliviano.